En 1789 con la Revolución Francesa se produjo un profundo cambio en la estética de la moda, y el material favorito cambió de la seda al sencillo algodón. Fue una revolución provocada por diversos factores: el fracaso de la economía nacional, el creciente conflicto entre la aristocracia y aquellos con prerrogativa real (aquellos que gozaban de ciertos privilegios reales), el descontento de una mayoría de ciudadanos frente a las clases más privilegiadas y una prolongada y severa escasez de alimentos.
Aquellos que todavía vestían ropas de seda extravagantes y de vivos colores eran considerados antirrevolucionarios. En lugar del calzón y las medias de seda que simbolizaban la nobleza, los revolucionarios franceses se pusieron pantalones largos llamados "sans-culottes", en España al pantalón largo se le conocería cono "chanchullo".
Pero no todo cambió en 1789. Si bien durante la Revolución surgieron nuevos estilos de moda que se sucedían rápidamente, reflejando la cambiante situación política, el atuendo clásico, como el "traje a la francesa" se seguía utilizando como traje oficial de la corte. Las nuevas modas convivieron con las antiguas durante todo el período revolucionario.
En algunos casos el caótico clima generó modas excéntricas. Y siguiendo esa línea de excentricidad, los petimetres (petits-maîtres), llamados "incroyables" en Francia y "currutacos" en España, aparecieron durante la etapa del Directorio, que es la anterior al estilo Imperio (1804-1814). Los cuellos extremadamente altos caracterizaban su vestimenta, además de grandes solapas dobladas hacia atrás, chalecos chillones, corbatas anchas, calzones, cabello corto y bicornios en lugar de tricornios. El equivalente en femenino de los "incroyables" fueron las "merveilleuses" y en España el equivalente femenino de los "currutacos" fueron las "madamas de nuevo cuño"...que lucían vestidos extremadamente finos y diáfanos, sin corsé ni tontillo o guardainfante.
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En la ilustración podemos ver como un "incroyable" ofrece una moneda a una indignada "mervelleuse" a la que ha tomado como una señorita de la vida. Estas "maravillosas" mujeres llevaron la costumbre de vestir a la griega hasta sus últimas consecuencias, llegando a ser centro de admiración pero también de parodia y crítica en la prensa de la época.
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